España y el amor por las naranjas

Cada vez que paseo por las calles de Barcelona y veo naranjos con sus frutos, no dejo de admirarlos y asombrarme por su sencillez, rebosantes de frutos anaranjados, que atraen la mirada incluso de los barceloneses, acostumbrados a ellos desde hace tiempo. ¡Y qué decir de los turistas! Sobre el fondo azul del cielo despejado de España, estos hermosos árboles parecen parte de una imagen vibrante y exótica creada por la naturaleza.

Внутренний дворик во Дворце Короля в Барселоне

La tradición de decorar calles y plazas con cítricos llegó a España de la mano de los árabes a principios del siglo VIII. Los naranjos, originarios de Asia, se adaptaron bien al clima del sur de España. Los árabes no permanecieron mucho tiempo en el territorio de las actuales Cataluña y Barcelona, ​​unos 50 años. Para una persona, esto es mucho tiempo, pero para la historia, es un instante. Pero en el sur de España, ¡permanecieron allí durante 8 siglos!

En primavera, el aire se impregna del dulce aroma del azahar, la flor del azahar, pero… como siempre, todo tiene su lado oscuro. Toneladas de fruta amarga, y esta es la variedad amarga y ornamental, que caen de los árboles son un dolor de cabeza para el departamento de limpieza de la ciudad. Las naranjas se ven preciosas en el árbol, pero una vez que caen y se aplastan, las calles se vuelven pegajosas de jugo. Al parecer, por eso los catalanes, más prácticos, dejaron una cantidad razonable de estos árboles en Barcelona, ​​en lugar de convertirla en un huerto de naranjos, como, por ejemplo, en Sevilla, en el sur de España. Y allí simplemente no saben cómo deshacerse de toneladas de naranjas amargas, que los españoles no comen.

Mermelada

Se utilizan para elaborar mermelada, gran parte de la cual se exporta a Gran Bretaña. Las naranjas de Sevilla también son un ingrediente clave en los famosos licores Cointreau y Grand Marnier.

Por cierto, los orígenes de la mermelada están rodeados de mitos y leyendas. La primera receta manuscrita de mermelada se encontró en el castillo de Dunrobin, en Sutherland, en las Tierras Altas de Escocia, en 1683. Cuenta la leyenda que un barco que transportaba naranjas desde España se refugió de una tormenta en el puerto de Dundee, y el confitero local James Keiller fue el primero en encontrarle un uso a la fruta. Puede que sea un mito, pero Keiller elaboró ​​la primera marca comercial de mermelada en 1797.

Y ahora, el zumo de naranjas no deseadas ha encontrado un nuevo uso: se utilizará como biomasa: se utilizará para producir… electricidad. En Sevilla, España, se ha puesto en marcha un programa experimental para utilizar el metano producido como enzima de la fruta para generar electricidad limpia para el suministro de agua de la ciudad.

Una decisión inesperada. Y muy beneficiosa para todos.